Exposición > Ciencia > Rastros de Sangre, Polvo y Minerales

Desde los inicios, los científicos se abocaron de lleno a la cuestión de si las manchas de sangre de la Sábana Santa eran de origen humano o animal o si simplemente las habían plasmado ahí con pincel y pintura. Las investigaciones al respecto evidenciaron el alto nivel de detalle morfológico y fisiológico de la sangre de la Sábana. Las distintas investigaciones que se realizaron con filtros lumínicos demuestran con total precisión que se trata de sangre humana. Las investigaciones forenses lo dejan claro: La sangre brotó de las heridas del “Hombre en la Sábana”. Bajo el microscopio se pueden identificar glóbulos rojos.

La sangre de la Sábana Santa se ve menos oscura de lo que suele verse la sangre vieja en los tejidos. La explicación posible para que esto pueda suceder es que la proporción de bilirrubina que contiene la hemoglobina es mayor en las personas que fueron torturadas. Todavía no hay consenso respecto de si el grupo sanguíneo es AB.

La cara en el Sudario bajo luz
fluorescente: así se visualiza la sangre.

Además se identificó que, debajo de las manchas de sangre, no hay ninguna imagen del cuerpo. Las manchas de sangre de la Sábana Santa no aparecen ni borradas ni deformadas; se mantuvieron intactas. No presentan indicios de putrefacción, ya que no se evidencian productos acuosos de descomposición.

Si a estos resultados se les suman la propiedad del negativo fotográfico y la calidad tridimensional de la figura, quedan descartadas todas las teorías que consideran que la imagen es una réplica de Jesús en el sudario hecha por el hombre o un lienzo artístico.

Partículas de sangre en los hilos de la Sábana Santa

En 1978 los científicos del STURP (Shroud of Turin Research Project) analizaron la Sábana Santa con un microscopio de electrones. En la impresión de la rodilla izquierda, en el talón y en la nariz, los científicos encontraron minúsculos restos de polvo callejero.

Al aumentar más la imagen, se comprobó que se trata de pequeños cristales de aragonita, un mineral compuesto de carbonato de calcio y, en este caso, de trazas de estroncio y hierro. Esta composición existe precisamente en la tierra de Jerusalén.