Exposición > La Sábana > Heridas > Heridas en las manos
El “Hombre de la Sábana Santa” fue crucificado colocándole clavos en los pies y en las manos. El brazo izquierdo, el que se encuentra por encima de ambos brazos cruzados, presenta una herida grande y profunda de aproximadamente 1 cm diámetro, ubicada en el carpo. Se aprecia una importante huella de sangre en la muñeca izquierda, que se extiende por todo el antebrazo. Otra huella se escurre por el antebrazo derecho. La Sábana Santa muestra que la herida se encuentra en el lugar anatómico del carpo, que contradice una vez más la tradición iconográfica.
Durante siglos, se solía representar la herida de la mano en el centro de la palma. De hecho, la palma de la mano jamás hubiera soportado el peso de un cuerpo humano. Solo una ranura entre los huesos de la muñeca tiene la resistencia necesaria para hacerlo.
Una herida en esa zona lesiona un nervio curvando el pulgar involuntariamente hacia adentro. Es por ello que en las manos de la imagen del sudario solo se aprecian cuatro dedos.
Los clavos utilizados por los romanos para las crucifixiones tenían un centímetro de ancho, tal como demuestran los hallados en una sepultura en Jerusalén.
La representación tradicional de las marcas de los clavos en la palma de la mano de Jesús tiene su origen en el Evangelio de Lucas (24-39 y siguientes) y de Juan (20-25). Ambos utilizan la palabra griega “cheir” para referirse a las manos de Jesús (aquí: “cheiras” = objeto directo plural). Sin embargo, esta palabra puede significar en griego “mano” o “brazo”.
Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo”.
(Lucas 24:39)
“Los otros discípulos le dijeron:« ¡Hemos visto al Señor!». Él les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré».
(Juan 20:25)