Luego de la Misa realizada en el atrio, el templo porteño se convirtió en alegre y musical comedor, donde se dispusieron largas mesas para recibir a unos 300 comensales.
Allí convergieron familias, ancianos, personas en situación de calle, todos bajo un común denominador: la soledad.
La Orden aportó las bebidas, gaseosas, vasos, hielo, café y los bizcochuelos, donación de la Sra. Myette Ferrecio.
Numerosos voluntarios trabajaron repartiendo comida y bebidas para los invitados, pero además compartieron un grato momento atravesado por la necesidad de hacerles compañía y brindarles amor.
Gracias Padre Rodrigo Valdés por dejarnos ser parte de una noche diferente y gracias a nuestros voluntarios que regalaron su tiempo y presencia para que muchas otras personas también pudieran festejar la Navidad.
«Es Navidad cada vez que permitimos a Jesús amar a través de nosotros» – Madre Teresa de Calcuta