28 y 29 de abril y 5 de mayo

En la primera conferencia virtual de nuestra Asociación, disertó el Dr. Gustavo Irrazábal -presbítero, teólogo moral y abogado- sobre la ideología del Gender que se ha extendido a lo largo del planeta con una fuerza arrolladora al calor de las denominadas “minorías intensas”.

El orador remarcó al inicio que detrás de las ideologías hay seres humanos que por diversas razones no pueden hacer propia la riqueza de la diferencia sexual. Muchos sufren y deben ser respetados en su condición humana. Sostuvo que el diálogo sobre estas cuestiones debe fundarse en la verdad a pesar de las dificultades y con una praxis pastoral sana enmarcada en la Doctrina de la Iglesia. La misericordia tiene que estar fundada en la verdad.

La premisa de la ideología del Gender es que toda opción sexual que ejerza una persona es igualmente válida. El llamado “colectivo LGBT” dice que es discriminado por la sociedad al limitarse sus derechos. Afirma que el sexo es una categoría biológica y niega la diferencia sexual de la mujer y el varón en su real transcendencia. Consideran que el sexo es una “construcción cultural”, una opción personal que puede cambiarse con los deseos y en el tiempo. La ideología no se confronta con la realidad sino con la fantasía. Sus mentores están inscriptos en el llamado “pensamiento constructivista” donde la autopercepción sexual es la que define al “género” y no la realidad biológica.

En el ámbito de nuestra Iglesia podemos observar tensiones internas sobre esta materia que pueden deberse a que la preocupación por la verdad es superada por el temor a no ser “suficientemente inclusivos”. Resulta evidente que, si la Iglesia para “incluir” a determinado grupo de personas debiese resignar a su doctrina, sería la misma la que es “incluida” en ese mundo y no al revés. La inclusión también tiene que estar sustentada por la verdad.

El respeto de la “diversidad sexual” es propio de las sociedades democráticas y pluralistas en las cuales vivimos. Tenemos que aceptar opciones que no compartimos o que se oponen a nuestra ética personal en la medida que no causen perjuicios injustos para nosotros o para terceros. La “diversidad” no es por si misma algo para valorar o promover. Existe cierta diversidad que enriquece, como la bio-diversidad para promover la variedad de especies vegetales y animales que benefician al planeta. Sin embargo, en otros casos empobrece, puede ser un concepto venenoso. La diversidad de opciones sexuales de las personas no genera una “diversidad de especies”. Ser varón o mujer no es parte de la “diversidad” ya que no son dos especies distintas sino dos formas de existencia del ser humano que se diferencian y complementan. Esas características poseen una realidad antropológica insoslayable. El concepto de género considera a la identidad sexual -reconocerse mujer o varón- y el de la orientación sexual. Cuando la identidad y/o la orientación sexual no coinciden con el sexo biológico nace un conflicto de ajuste con la propia realidad biológica. Las personas pueden recurrir a la cirugía, a las hormonas, al cambio de sus vestidos pero seguirá con su propio sexo. Es el camino del retroceso antropológico.

La “discriminación” a secas es usada para atacar a la Iglesia y podría serlo además para acusar a sus pastores cuando predican las verdades evangélicas. Dentro de la Iglesia misma existe también el temor a que pueda ser considerada “discriminatoria” en sus apreciaciones, por ejemplo, al emplear expresiones como “matrimonios en situaciones irregulares” por considerarse ofensivo.

El orador reseñó la trayectoria histórica de la ideología de gender y de sus varios eslabones: la mentalidad contraceptiva de principios del siglo XX, las doctrinas eugenésicas y los poderes económicos que las alentaron  detrás de ellas, la regulación de la natalidad, el feminismo, el aborto, la revolución del divorcio unilateral, la desaparición del deber de fidelidad, las complejidades del sostenimiento económico para la parte más débil de los divorciados, la superficialidad de las uniones “románticas”, uniones múltiples y tal. El contrato matrimonial ha sido convertido en uno de los instrumentos legales más frágiles en nuestro país. Ha emergido una cultura de la sexualidad exenta de responsabilidad. Algunas campañas publicitarias y ciertos medios naturalizan a esta ideología. Más aún, algunos gobiernos como el de CABA han desplegado una “Guía de prácticas básicas en DDHH y Diversidad Sexual en Espacios de Educación” con el objetivo declarado de eliminar pautas culturales provenientes de “la educación, la familia, los medios y la comunidad”.

La visión antropológica actual con relación a las personas es dualista. Es decir, ven el espíritu de cada persona separado de su cuerpo. No forman una unidad como lo muestra la realidad. Consideran que el cuerpo es sólo materia maleable que se puede modelar al arbitrio personal. Bien sabemos que la persona está constituida por la integralidad de su cuerpo y de su espíritu. El cuerpo, en esa incorrecta concepción, no tiene dignidad propia. Elementos simbólicos como los tatuajes y el piercing expresan contemporáneamente formas masivas para integrar el propio cuerpo a la personalidad.

La enseñanza de la Iglesia sobre sexualidad y la riqueza del matrimonio fue abarcada en profundidad por el P. Irrazábal definiendo a la sexualidad como un misterio accesible pero que no podemos agotar. Enfatizó que la corriente del pensamiento constructivista del gender quiere ser impuesto por ciertos grupos políticos con una directriz de uniformidad y a través del Estado para ser luego administrada por funcionarios que no rinden cuentas con las previsibles consecuencias negativas para las personas:  pérdida de libertades y demolición de los derechos del matrimonio y de las familias y en particular, de la educación de los niños de acuerdo con las creencias de los padres.

La enseñanza de la Iglesia está basada en la heterosexualidad porque es la que permite enriquecer la diferencia y complementariedad sexual aludidas. Sin embargo, y dado que hay muchas personas que no pueden hacer propia esa riqueza sexual tienen que ser acompañados dentro de la Iglesia con cercanía y misericordia para ayudarlos en su realización posible y con respeto a la doctrina.

Ejercitar la caridad, el amor, en la verdad. La praxis pastoral tiene que ayudar a esas personas con respeto a discernir, a iniciar un proceso en la dirección positiva dentro de la llamada “ley de la gradualidad” para el cumplimiento progresivo de las normas morales.

Tenemos todos el desafío particular de dialogar con la gente joven porque la misma está muy influida por el peso dominante de discursos falsos de los ideólogos del gender y del relativismo que gozan de muchísima exposición mediática y ganan posiciones en la opinión pública dado el repliegue de la Iglesia. Conversar con ellos requiere hacerlo en un ambiente de cariño, de empatía y de claridad. La verdad debe ser dicha con palabras cálidas, gestos y coherencia. Necesitamos salir además al ámbito público para que se eduque para el amor, para la familia, para los vínculos que son valiosos y perduran.